martes, 17 de septiembre de 2013

Porque cada día puede ser un nuevo comienzo...









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Porque cada día puede ser un nuevo comienzo…


No te rindas, por favor, no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se ponga y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque cada día es un comienzo nuevo,
porque ésta es la hora y el mejor momento,
porque no estás solo, porque yo te quiero.

Mario Benedetti 
No te rindas


Cada día es una nueva oportunidad. Quizá suene un tanto tópico, una frase que todos hemos oído o leído alguna vez. Sin embargo, lo realmente extraordinario es empezar a tomar esa idea como cierta. Pensar en ella y contactar con la trascendencia de su mensaje. Porque… ¿acaso nos solemos dar permiso para tener una nueva oportunidad?
 

Haz un alto en el camino. Reflexiona. ¿Cuántas veces te has dado nuevas oportunidades? ¿Cuántas veces te has permitido comenzar de nuevo? ¿Cuántas veces te has sugerido volver a intentarlo? No siempre la respuesta es positiva. No siempre es fácil darse esa oportunidad. Y no lo es por las implicaciones que conlleva, ya que la opción de volver a intentarlo supone haberse dado previamente el permiso a fallar, a cometer errores… y ese permiso… ese permiso nos cuesta más.
 

Resulta muy curioso que no toleremos los fallos cuando el error es inherente al ser humano. Y lo es en la media que se torna necesario para crecer y evolucionar. Sin embargo, tendemos caer en una dinámica de exigencia (y autoexigencia) que, en muchas ocasiones, nos induce al castigo, al dolor o al malestar.
 

En Análisis Transaccional, cuando se habla de exigencia, inmediatamente viene a la cabeza el estado Padre del Yo (que, junto con el Niño y el Adulto conforman el ser humano). Es decir, esa parte de nosotros que hace referencia a los sentimientos, actitudes y patrones de conducta que se asemejan a los de una figura parental (Berne 1964, 1986), bien porque los aprendimos de nuestras personas de referencia, bien porque los hemos ido introyectando a lo largo de nuestra vida a través de experiencias. En el estado Padre estarían “ubicados” todos aquellos mensajes que tienen que ver con normas, valores, principios, obligaciones, derechos… Mensajes marcados por la cultura y sociedad donde se desarrolla el individuo y, a su vez, son susceptibles de la evolución del mismo como ente social.
 

En la actualidad, vivimos en la sociedad de la competitividad, de la élite… Una sociedad que alimenta el espíritu de lucha por ser perfecto, donde el error se asocia a debilidad y no somos capaces de perdonarnos a nosotros mismos. Esto influye en nuestro estado Padre, llegando a conectar con una gran crítica y presión interna, las cuales pueden conllevar varios riesgos. El riesgo de la intransigencia en aquellos que se han “endurecido” por el sistema. El riesgo del hundimiento y la autohumillación en aquellos que se sienten víctimas del mismo. El riesgo de no atender nuestras necesidades. El riesgo de olvidarnos de ese Niño Libre que disfruta. Y un largo etcétera.  A pesar de la disparidad de los mismos, todos tienen en común el sufrimiento. Sin embargo, y de una manera que se torna mágica, en ese estado Padre también residen aquellos aspectos de cuidado, de amor, de comprensión, de ternura, de condescendencia, de paciencia... esos actos de amor padre puede profesar a un hijo. Por tanto, la clave consiste en desviar la mirada de un lado al otro... de la crítica al amor.

Así que, para, cuídate, quiérete, cuenta contigo y con las oportunidades que te brinda cada díaaunque el miedo muerda… aún hay vida en tus sueños… porque es la hora y el mejor momento… porque no estás solo, porque yo te quiero.



Porque cada día puede ser un nuevo comienzo…



REFERENCIAS:

BERNE, E. (1964). Games people play. New York: Grove Press Inc. // Versión castellana: BERNE, E. (1986). Juegos en que participamos. México: Editorial Diana.

























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