miércoles, 7 de mayo de 2014

Cuentos no contados III: Sin embargo, feliz...







Sin embargo, feliz...


Ramiro es un hombre de negocios. “Director ejecutivo”, presenta su tarjeta de visita. Cuenta con un equipo de más de 50 personas y su empresa está en expansión. Se casó hace 15 años con Belén, su actual esposa. Tienen tres hijos, una casa y dos coches. También tienen un chalet en la playa. Capricho de Belén. Él no dispone de mucho tiempo para ir allí, sus obligaciones profesionales se lo impiden.

Ramiro lo tiene todo: dinero, éxito, amigos, familia… Se mira cada mañana al espejo y se siente satisfecho. Corren tiempos de crisis y él, no sólo no ha visto empeorada su situación profesional, sino que la ha mejorado notablemente. Su padre estaría muy orgulloso. Ha trabajado muy duro. 

Como cada mañana, Ramiro lee el periódico mientras toma su café con una gota de leche. En la sección de “Curiosidades”, encuentra una noticia con un titular que le llama la atención: Manuel, el hombre más feliz del mundo. Continúa leyendo y descubre que Manuel es un preso de unos 60 años, que lleva más de 10 años en la cárcel. Recientemente, ha publicado un libro donde cuenta su experiencia y habla de él como una persona dichosa. Un prestigiosa universidad se hizo eco de su historia y, tras hacer un estudio, le ha declarado la persona más feliz del mundo.

- Un preso¿Cómo puede ser? -Ramiro no daba crédito. No lo entendía. ¡No entendía nada!- ¡No es justo! Yo merezco ostentar ese puesto, he luchado mucho por llegar a donde estoy- pensó.

Sin saber qué le movió a hacerlo, decidió armarse de valor e ir a visitar a Manuel. Necesitaba conocerle y comprobar que eso que decía la noticia no era cierto. Quería averiguar si realmente, como intuía, era un chalado cuyo afán de protagonismo era el único aliciente de una vida rutinaria y gris entre rejas. Cuando entró por la puerta de la cárcel, un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Qué lugar más hostil, lúgubre y triste… Cada vez entendía menos y mayor era la inquietud que le embargaba. Incluso empezaba a estar molesto con todo este tema. Se sentía engañado, estafado. En su pensamiento, acusaba al periódico de publicar noticias sensacionalistas y sin contrastar. Además ¿qué tipo de universidad declaraba algo así? Pondría una queja en cuanto saliera de allí.

Por fin, apareció Manuel. Ramiro vio entrar por la puerta a un hombre sereno, con expresión tranquila, caminar erguido y mirada limpia. Extrañamente, su desasosiego y enfado comenzaron a convertirse en mayor curiosidad por ese hombre. Cuando llegó a la mesa donde le esperaba, Manuel le tendió la mano y le saludó con una voz cálida y acogedora. Ramiro, recobrando su indignación, fue rápidamente al grano: -¿Cómo puedes ser feliz estando aquí?,-le preguntó. El preso se sentó y, sin contestar a la cuestión, lanzó otra pregunta:

-Dime, Ramiro ¿tú eres feliz?

-¡Por supuesto que lo soy! -contestó Ramiro desconcertado y con un enfado que iba en aumento.

-¿Seguirías siéndolo si tu empresa se arruinara, si tu mujer falleciera, si tus hijos se olvidaran de ti haciendo su vida? ¿Seguirías siéndolo si tuvieras que pedir para comer y vivir en la calle, terminando incluso en la cárcel?

-No, claro que no. ¡Eso es horrible!

-Entonces, ahí tienes la respuesta a tu pregunta, Ramiro.

-¿Cómo? ¡No entiendo!

-Tu felicidad depende de muchas cosas. No existe como un estado de paz contigo mismo, de desprendimiento y conexión con lo más profundo de ti. Eres preso de todo lo que tienes. De que todo eso exista y se mantenga para ser feliz. Lo necesitas. Me preguntas cómo puedo ser feliz estando en la cárcel. Y la respuesta es: porque, a diferencia de ti,... YO SOY LIBRE.




REFERENCIA:

Fotografía de atardecer cedida por el fotógrafo Javier Ales www.jagfotografia.es