lunes, 30 de diciembre de 2013

"... Y en el adiós ya estaba la bienvenida"



"... Y en el adiós ya estaba la bienvenida"



El adiós es uno de los actos que más nos cuesta en nuestra vida. Implica pérdida, separación, dejar atrás algo o a alguien…  Por tanto, está unido a un proceso de duelo. Un reajuste hacia esa nueva “etapa sin…”. En él, pasamos por diferentes fases y emociones. El desconcierto, la negación, la tristeza, la rabia, el miedo, la angustia,…  En ocasiones, este proceso puede asustarnos por su intensidad. Otras veces, no lo vivimos hasta mucho tiempo después. No obstante, es un camino inevitable… pero también un camino con un final. Este final pasa por agradecer a aquello de lo que nos estamos despidiendo todo lo que nos ha aportado, y decir un adiós que realmente implique poder mirar hacia el futuro.


Vivimos pérdidas constantemente. Algunas insignificantes como, por ejemplo, aquel jarrón que rompiste el otro día, o el cierre de esa fiesta en la que tanto disfrutaste. Y lo más curioso de todo es que algunas pérdidas sí que estamos deseando vivirlas. Por ejemplo, el final de año. Siempre por estas fechas escucho frases del tipo “a ver si se acaba ya este maldito año” o “qué ganas de que llegue el año nuevo a ver si trae aire fresco”… Parece como si nos apegáramos al futuro con la fantasía de que nos dará algo mejor… para volver tristemente a terminar el siguiente año con la misma sensación… 


Quizá sea bueno empezar a romper un poco de esta dinámica. Romperla pasa por realizar un ejercicio de toma de responsabilidad sobre nuestras vidas, nuestras elecciones y nuestra decisión sobre cómo vivir las cosas que nos sucedan. Será un trabajo de despedida, un trabajo de duelo muy especial.


El primer paso consistirá en tomar conciencia de cómo hemos vivido el año que acaba, más allá de cómo éste ha sido. Las circunstancias pueden ser similares para muchas personas y, sin embargo, la manera de vivirlas muy diferente. Por otro lado, te animo a que no sesgues tu percepción de la realidad, sino que también lleves tu atención a las buenas vivencias que hayas tenido en este año. Quizá al principio te resulte complicado, sólo da permiso a tu mirada para que los vea. 


Por tanto, cierra los ojos, relájate y, como si vieras una película, obsérvate a lo largo del 2013. Remóntate a la primera etapa del año, el invierno. Qué cosas sucedieron y cómo las sentiste. Avanza a la primavera, al verano hasta llegar de nuevo al otoño. Obsérvate en todo el recorrido del año. Cómo estabas. Qué decisiones tomaste. Qué has aprendido. Dónde estabas al comienzo y dónde estás ahora. 


Céntrate ahora en aquello a lo que dices adiós. Aquello que no quieres llevar contigo en el 2014. Aquello que, aunque pueda estar, no lo hará de la misma forma porque has decidido que así sea. Por último, enfoca tu atención en aquello que sí quieras llevar contigo, tus logros y aprendizajes. Tu crecimiento, tu movimiento... Estate muy atento, porque existen. Siempre existen. 


Por último, piensa en tus propósitos. Observa si estás siendo muy exigente contigo al definirlos; qué ocurre si no los cumples; si están en coherencia con lo más profundo de ti; y si te dan alegría interior. Que tus deseos no sean otra forma de oprimirte, sino de estar en el mundo.


Y desde ahí, desde la toma de consciencia de tus logros, de tu crecimiento, de tu ilusión y de tu responsabilidad, con un gran respeto, di adiós a la persona que vivió el 2013 y hola a la que va a vivir el 2014.


¡Felices 365 nuevas oportunidades!




"Se despidieron y en el adiós ya estaba la bienvenida" Mario Benedetti.