Carta de Amor
Querida mamá:
Hoy, por primera vez, he sentido una alegría interna, profunda, serena… Una alegría que llegó tras una intensa tristeza. Un dolor que, en este momento, puedo valorar como el impulso que me ha llevado a dar el salto. Hoy,
más que nunca, tengo presente esa idea que dice que es necesario conectar
con nuestra sombra para encontrar, en lo más profundo de la misma, el origen de
nuestra luz.
Bien sabes que toda mi vida he luchado por una meta formada en torno a un "ser
perfecta" pesado, molesto, angustiante y que impregnaba todo aquello cuánto
había a mi alrededor. Mis estudios, mis amistades, mi forma de relacionarme, mi
rol en la familia… Lo impregnaba, convirtiendo todo lo que me rodeaba en un
tremendo enemigo que me ponía a prueba. Todo era agobiante, oscuro, complicado.
Nunca me sentía plena, siempre tenía miedo. Un terror que, hasta
hace poco, no descubrí relacionado con un pensamiento mágico sobre la
catástrofe que supondría no hacer las cosas correctamente.
Sin embargo, capricho de la mayor de las maestras que es la vida, mi
destino me llevaría a comprobar cómo todos esos esfuerzos no serían garantía de bienestar. Hoy me he dado cuenta, no sólo con mi mente, sino
también con mi cuerpo y mi alma, que he vivido toda mi existencia siendo mi
propia enemiga. No eran las circunstancias, mamá, era sólo yo. Una enemiga
cruel, perversa, malvada conmigo misma. Una enemiga que se colaba en
cada un minuto de mi vida para recordarme lo poco que merecía estar en este
mundo. Sé que te entristece leer esto… pero te lo cuento porque, desde este
momento, te tengo y te tendré cada día más presente.
Lo haré porque me di cuenta de cómo vivía en lucha constante conmigo,
cuando el sentido de la vida no consiste en otra cosa que en vivir en
coherencia y armonía con uno mismo. Perdonarse, aceptarse, quererse… Y eso sólo
tú has sido capaz de dármelo. No es tarea fácil y menos en la “sociedad crítica”. Una sociedad que
hace que sientas como real la felicidad hermanada con el éxito profesional, el
poder o ser el mejor. Desde
que nacemos, comenzamos el camino hacia la vida en incoherencia. Todos los
introyectos sociales, familiares, escolares… suelen participar en la batalla
armados con cascos y espadas, persiguiendo el propósito de “desconectarnos” de
nuestro ser y del camino del equilibrio interior. Y es que parecen construidos
sobre la idea de rechazo de la existencia del ser humano, como si no mereciera
haber nacido ni pertenecer a este mundo. Bien sabes que eso es
horrible y que lo que hay debajo de todo eso es un miedo existencial muy profundo. Miedo que, al parecer, hay que rechazar... cuando lo único que hay que hacer es darle amor y comprensión.
He podido comprobar cómo las manifestaciones de esa guerra interior pueden variar mucho de unos a otros: una elevadísima autoexigencia; una intensa necesidad de complacer al otro; la necesidad de no asumir nunca la
responsabilidad; el aislamiento; etc. En cualquier caso, la búsqueda de la coherencia interior requiere la disposición de entrar en un camino de autoconocimiento. Trascender el miedo
que implica no responder a las pautas sociales sino a tu interior. Quizá
implique romper con valores o creencias férreamente instaladas. Descubrir que la
felicidad no está en llegar a la cima, sino en caminar hacia tu propia cima. Quizá
tan sólo suponga la heroica hazaña de amarse… sin más.
Hoy he descubierto mi camino y por él pienso pasear, bailar, saltar,
correr, sentarme… porque es mi regalo de vida, porque merezco estar aquí. Sólo
tú sabes que es verdad. Acompáñame por él. De la mano, tú y yo.
Te quiere,
Tu niña.
Precioso Eva, Felicidades por ser tu!!!
ResponderEliminarMuchas gracias, Maca!!
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