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Viajeros del mismo destino
Bajo corriendo las escaleras. No
llego a tiempo para coger el metro. Siete minutos de espera. Llegaré tarde. No me
importa. Me siento en un banco del andén. Abro mi libro. Continúo en la página
72. Leo dos líneas. Subo la mirada. Creo que este libro no es muy interesante. Reparo
en la gente de mi alrededor. Otorgo un carácter literario a lo que observo. El
libro no me lo aporta. Las personas de este andén son compañeros de espera... de
un futuro tren. Se muestran con cierto aire teatral, como si estuvieran allí
representando el papel de su vida.
Un hombre. Rondará los 50 años.
Lee atento el periódico. Su gesto muestra un sutil desaire. Lo que lee no le
está gustando. Noticias de una inminente guerra en un país cercano. El mundo es un lugar hostil.
Él no lo sabe, pero lo que lee le genera cierto desasosiego. Una guerra, la
muerte, le da miedo. Un hombre no puede estar asustado. Entonces se enfada. Sigue sin ser consciente de lo que sucede en su interior. Un
chico pasa a su lado caminando rápido. Lleva auriculares en las orejas y mochila en
un hombro. Le golpea a su paso. No vuelve la vista para ver qué ha sido
aquello que ha entorpecido su camino. El golpe del chico desata la ira fraguada
de aquel hombre. Empieza a gritarle. El hombre del periódico está enfadado.
Enfadado porque un hombre no puede estar asustado. Pero él no lo sabe. Le da
miedo no existir.
El chico continúa su camino. La
música le sumerge en sí mismo. Es un chico rebelde. Necesita sentir que el
mundo es suyo. Busca sentirlo a golpes. Los mismos golpes
que le daba su padre cuando llegaba muy tarde a casa y él quería jugar. Se
ponía muy pesado y desobediente. Echaba de menos a su padre. No quería dormir. Quería jugar,
hablar con él. Quería que le abrazara. Que le mirara. Si nadie le
mira ¿existe? Que le mirara, aunque fuera para gritarle. Que le miren aunque
sea para gritarle. Le da miedo no existir.
A mi lado se sienta una chica. No
supera los 20 años. Repasa ansiosa los apuntes antes del examen. Anatomía
Patológica. ¡Qué asignatura más difícil! Tiene que aprobarla. Es más, tiene que
sacar una buena nota. La mejor. Tiene que llegar a ser la mejor médico. ¿Y si
no lo es? ¿Qué es ella si no es la mejor médico? Prefiere no pensarlo. Le da
miedo no existir.
Me levanto del asiento. Queda un
minuto para que llegue el metro. Me sitúo al lado de una mujer que mira su
móvil. Acaba de escribir Roberto. ¡Maldito e-mail! ¡Descárgate de una vez! ¿Querrá
volver a quedar? La cena del otro día fue bien. Ella se mostró amable, atenta y
muy sensual. ¿Esta vez saldrá bien? No sabe si podrá soportar otra ruptura.
¿Por qué no funcionan sus relaciones? Le aterra la idea de envejecer sola.
Sola… Nadie que le recuerde que es valiosa. Le da miedo no existir.
Envejecer… La sociedad lucha
constantemente contra el paso del tiempo. Miles de anuncios de cremas
antiarrugas. Noticias de famosas operadas. La señora que tengo delante debe
saber mucho de esto. Mira con mucha atención una revista de moda y belleza.
“Cómo perder 5 kilos en una semana”. “Los mejores productos para tonificar tu
piel”. Si ella pudiera ser 20 años más joven. Se comería el mundo. Ahora el
mundo se la ha comido a ella. Una cincuentona, con unos cuantos kilos de más,
acompañada de su "amiga" la menopausia y unas apreciables arrugas. Ya nadie la va a mirar. Le da
miedo no existir.
Por fin aparece el metro. Todos,
de repente, salimos de nuestras actividades, pensamientos y emociones para
observar la llegada del tren. Como si fuéramos uno, nos encaminamos hacia el
mismo lugar. Esperamos a que se abran las puertas. Gente que baja. Nos miramos.
Queremos subir antes de que se vuelvan a cerrar. Alguno se cuela. Otro cede el
paso. Subimos. El tren nos llevará a nuestro destino. Portadores de similares
anhelos, preocupaciones y miedos…por unos minutos… por una vida… somos
compañeros de travesía.
REFERENCIAS:
Imágenes cedidas por la fotógrafa Gema Sánchez Nájera "La mirada de Gema": http://www.lamiradadegema.es/
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