Reconciliándonos con el ser humano
Ayer, como cualquier día, iba en metro
camino a alguna parte… Leía pero con la sensación de estar mirando por encima
las palabras, excepto una… “opalescencia”… me llamó la atención. Tanto que paré
la lectura, levanté la vista y me puse a pensar qué significado tendría tan precioso
término. Y cuál fue mi sorpresa al
descubrir que la belleza, en ese momento y en ese lugar, no residía sólo en las
hojas de mi libro sino que éste, en un acto de generosidad, me invitó a separar
la mirada de sus palabras para ser testigo de algo hermoso también a mi
alrededor. Y así, con la facilidad con la que fluyen las cosas sencillas, en
tan sólo el lapso de tiempo que el tren tarda en ir desde Tribunal hasta Nuevos
Ministerios, pude ser partícipe de algo maravilloso. En una sucesión de actos
encadenados, un hombre cedió el asiento a una mujer. Otra viajera dio algo de
comer a un indigente que pasaba pidiendo. Y una chica dejó su asiento a una
mujer embarazada. De repente, sentí que el amor se había subido con nosotros en
aquella estación y se paseaba sutil por el vagón…
Desde ese momento, no pude evitar
reflexionar sobre la eterna pregunta: ¿el
hombre es bueno o es malo por naturaleza? Lo primero que me vino a la
cabeza fue la idea de relatividad del significado de “ser bueno” o “ser
malo”, por cuán condicionado puede estar por la cultura. Así que decidí
trascender términos tan complejos y acudir a lo que me había enseñado mi propia
experiencia de vida. Por tanto, lo que voy a transmitir a continuación no son
sino mis propias conclusiones, con el único fin de invitarte a reflexionar a partir de las mismas.
En mi camino de autoconocimiento,
y como compañera de ruta de otras personas, he descubierto que cuando miras el
corazón de cada ser humano, conoces sus cicatrices y conectas con las
circunstancias de su día a día, no hay cabida para el juicio. Y, desde ahí,
quizá en un ejercicio de atrevimiento, transformaría los términos “buena” o “mala”
acción en “gesto de amor” y “gesto de desamor”.
Según el Análisis Transaccional,
el ser humano tiene una serie de necesidades, más allá de las puramente
físicas, cuando nace. Podríamos hablar de necesidades psicológicas. Esta teoría
contempla una necesidad de estructura, de estímulo y de reconocimiento.
Centrémonos en ésta última a la cual, el propio Berne, creador de tales ideas,
dio énfasis en su planteamiento, considerándola incluso más importante que las
otras dos para vivir
Todos necesitamos
sentirnos reconocidos. La manera que tenemos de manifestar este reconocimiento es
a través de lo que él denominaba “caricias”. Una caricia, en tales términos,
hace referencia a cualquier tipo de expresión mediante la cual un ser humano
transmite a otro el mensaje “me doy cuenta de que estás ahí, de que existes”. Sin embargo, en contra de lo que podamos
pensar, las caricias no siempre son positivas. Hay muchas formas de expresar
este mensaje… incluso con un golpe. Cuando insultas a alguien también le estás
transmitiendo que no es indiferente para ti. Por tanto, las caricias pueden ser
positivas o negativas. El ser humano las necesita para vivir, sea como sea,
porque si no recibe caricias… “no existe” y esa herida puede ser muy grave. En
esta cruzada por tomar conciencia de la propia existencia, el niño puede hacer
concesiones en la búsqueda de caricias, y es capaz de aceptar las caricias
negativas, antes que no obtener ninguna. Y esto ocurre con una frecuencia mayor de la deseable porque, por
desgracia, nuestra sociedad tiene la falsa creencia de que hay que ser
precavidos con las expresiones amables, sintiendo que pueden ser una muestra
peligrosa de vulnerabilidad (¿miedo?).
Es en este punto es donde observo
la posible conexión entre la vivencia de caricias positivas/ negativas y la
expresión de gestos de amor/ desamor. Cada vez que realizamos una “buena
acción” conectamos con nuestra experiencia de amor, de la misma forma que una
“mala acción” puede estar hablando de una experiencia de desamor (entendido
como falta de amor, de reconocimiento).
Una maldad es un gesto de desamor, una expresión de mi propia
experiencia de caricias negativas. Por tanto, a nivel profundo, es un gesto de
desamor hacia mí mismo. No olvides que cuando agredimos a otro, realmente
estamos expresando nuestra rabia, tristeza, miedo… generando una situación que
incrementa aún más nuestro dolor.
Por todo, desde aquí te animo a
que te reconcilies contigo, a que reflexiones sobre tus propios gestos de
desamor, los comprendas e ilumines. Que acojas tu dolor y te des el respeto y
la comprensión que necesites para transformar tu experiencia dolorosa. Desde mi
vivencia te digo que, en la medida que estés conectado contigo de esta forma,
lo estarás desde el amor. Y… ahí… descubrirás que en este mundo tan hostil
también, y sobre todo,… hay bondad, generosidad, cariño...
Opalescencia es el reflejo del
ópalo, un mineral silíceo con algo de agua, lustre resinoso, traslúcido u
opaco, duro pero quebradizo y de colores diversos. Reflejemos juntos la belleza
del mundo, aunque a veces nos sintamos quebradizos, y ésta aumentará su presencia.
REFERENCIAS:
Berne, E. Análisis
Transaccional en psicoterapia. Editorial Psique, Buenos Aires, 1976.
– Juegos en que participamos. Editorial Diana, México, 19ª impresión 1987.
– ¿Qué dice usted después de decir hola? Ediciones Grijalbo, Barcelona, 1974.
– Juegos en que participamos. Editorial Diana, México, 19ª impresión 1987.
– ¿Qué dice usted después de decir hola? Ediciones Grijalbo, Barcelona, 1974.
Diccionario de la Real Academia
Española. Versión electrónica: http://lema.rae.es/drae/?val=opalescencia
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